Capítulo 29
Un
mes después
Los días seguían pasando, cada vez más y más lentos,
tan sólo había pasado un mes y para mí había sido como si hubiese pasado un año
entero. Un año entero sin ver las calles, sin ir al instituto tan sólo para
hacer los exámenes que me preparaba por las noches con los apuntes que Jenny me
pasaba, allí, en aquella habitación fría y triste, llena de aparatos y sonidos
extraños, con un ventanal del que casi nunca entraba la luz del sol. Allí, en
aquel odioso lugar, en aquel odioso sofá azul cielo al que yo me solía dirigir
por el viejo rompe huesos. Allí llevaba un mes, un mes entero alejada de todo.
De todo menos de él. Marcos.
Él seguía igual
que estos 30 días atrás, inmóvil, con los ojos cerrados, las manos heladas como
el hielo y su cabeza sin dar señales de mejora. Yo me dedicaba a leerle su
libro favorito una y otra vez, tanto que muchos de los primeros capítulos ya me
los sabía de memoria y en los que muchas veces sentía como si yo misma formase
parte de la historia. Algunas veces también cogía los cascos y le ponía esa
música tan extraña que tanto le gusta a pesar de que a mí no me gustase. No podía contarle como me había ido el día ya que me los pasaba todo
allí, a su lado, sin ser capaz de separarme de él. Tan sólo recibía la visita
de mamá y la de Rafa por las tardes cuando salían del trabajo puesto que tan
sólo les dejaban pasar a ellos.
Aquella mañana soleada de domingo, James, aquel
bailarín de ojazos espectaculares, apareció por la puerta de la habitación, sin
esperarlo, con una bolsa en la mano que poco después depositó sobre los pies de
la cama de Marcos. Era una bolsa llena de zumos, galletas, tostadas…
- Os merecéis un buen desayuno en la cama ¿No
crees? - Dijo después de guiñarme un ojo.
No me quiso decir como había conseguido entrar hasta la habitación pero
tampoco insistí mucho más. Me limité a sonreír. Acto seguido, sin que pudiese
ni si quiera decir nada ya tenía preparado el desayuno y cuando quise darme
cuenta ya habíamos terminado con todo lo que en ella había. Una vez lo
recogimos todo, James se puso su chaqueta y con la mía en la mano se dirigió
hacia mí y me la coloco sobre los hombros mientras me decía:
Vamos, hoy ha salido un día buenísimo.
Llevas un mes aquí encerrada y tiene que darte el aire. Y no. No me pongas
ninguna excusa que el estará bien, tu madre está en la sala de espera dispuesta
a hacer el cambio. Te llevo a casa, te arreglas y nos vamos.
Al
llegar a casa
No entiendo como James ha podido convencerme de ese
modo para que aceptara la propuesta y me alejara de él. ¿Serán sus ojos? Seguro
que lo son. Imposible decirle que no a esos ojazos.
Al abrir la puerta, la pequeñaja de la
casa vino corriendo a mis brazos en busca de un fuerte abrazo. Al igual que
Manu, que aunque se haga el duro y no lo admita, sé que me tiene cariño y que
me echa de menos, tanto como Naiara o incluso más, ya que después de que la
pequeña se bajase de mis brazos y se fuese retomar la reunión con sus muñecas,
se acercó a mí y me abrazó. Ese abrazo fue lo que le delató y mucho más la cara
de cachorrito que se le quedó cuando le dije que tan solo venía a cambiarme y
que hasta la hora de la comida no volvería.
Una vez acabado el paseo, nos disponemos a poner la
mesa mientras Rafa se iba en busca de la comida que había encargado para los
seis ya que yo había invitado a James a comer con nosotros para agradecerle lo
bien que se había portado conmigo.
No entendía muy bien por qué en casa estaba Rosy,
pero no Raúl. Aunque tampoco me molesté en preguntarlo, llevaba todo el mes sin
saber nada de él y hacia mucho que no estaba tan tranquila. Desde esa charla
que tuvimos en la que me pidió que le robara el USB con las supuestas cosas que
no quería que Rafa viera. Y menos mal que no me dio tiempo a hacerlo, si me
llegan a pillar, me hubiesen hecho dar muchas explicaciones, y no sabría qué
contestar. Pero aun así, yo notaba como si algo no fuese bien, como si el estar
tan tranquila, a pesar de la preocupación, iba a durar poco.
Hacía mucho tiempo que no comía tan a gusto, esos
bocadillos de la cafetería del hospital no estaban muy buenos… y ya me había
cansado de comer siempre lo mismo. Manu se sentó en la silla que había justo en
frente mía y cuando levantaba la mirada del plato, mis ojos se iban
directamente en busca de los suyos, como si yo no pudiese controlarlo. Puede
que no fuesen los ojazos de James, pero me trasmitían mucho más. Esa forma en
la que me mira, es única. Nunca nadie me había mirado de ese modo. Bueno sí,
solo una persona hacía justo un mes, mientras Raúl me amenazada, Hugo me miraba
directamente a los ojos justo de ese modo, aunque en ese momento, la
desesperanza y la desolación se unían a ella.
Poco antes del postre el móvil de James empezó a
sonar, su madre necesitaba ayuda en casa y debía irse. Yo me levanté tras él y lo
acompañé hasta la puerta mientras Manu y Rafa sacaban la bandeja de frutas para
el postre.
-
Ha sido un placer, espero verte pronto. – Me dice James mientras baja los
escalones que llevan al camino para salir de la casa.
-
Muchas gracias por todo, me lo he pasado
muy bien contigo. – le contesté como símbolo de agradecimiento.
James se detiene de
golpe y se da la media vuelta dirigiéndose a mí. No estoy segura de ello pero
por la expresión de la cara tenía muchas ganas de venir y darme un abrazo, si
no fuese porque justo en ese momento, Jenny apareció y se dirigió rápidamente
hacía mí, gritando como una loca lo mucho que me había echado de menos a pesar
de haberla visto para que me pasase los apuntes, de la de cosas que me tenía que contar y advirtiéndome de que tenía un mensaje muy importante para mí y que no podía esperar.
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