Capítulo 28

La cara de Manu iba empeorando por momentos, y la mía junto a la suya al no oír absolutamente nada después del ruido de hace unos segundos.

Voy todo lo rápido que me permiten ir las piernas ya que me temblaban como si hubiese bajado la temperatura de golpe. Al llegar a la puerta de la habitación de Marcos no puedo evitar frenar en seco y quedarme mirándola unos segundos más. Tan solo de pensar en lo que podría aguardarme tras esa puerta se me ponían los pelos de punta.

Abro la puerta de un golpe culpándome por los segundos tan valiosos que acababa de perder. Al asomarme a la habitación, otra vez esa sensación de frio se apoderó de mí, pero esta vez no solo de las piernas sino de todo mi cuerpo. Manu se quedó en la puerta paralizado sin saber qué hacer si acercarse a mi o echar a correr ya que tras ver a Marcos tirado en el suelo inconsciente se le inmovilizó todo el cuerpo. Yo estaba arrodillada junto a él, sacudiéndole la cabeza y gritándole con la esperanza de que eso le hiciese reaccionar.

- ¡Llama a mi madre, corre! – Le grité, pero este seguía sin moverse. - ¡Vamos Manu, o la llamas a ella o a la ambulancia, pero date prisa!

Manu preso del pánico optó por llamar a una ambulancia mientras bajaba en busca de Sara. Mis chillidos ya la habían alertado a sí que Manu y ella se cruzaron a mitad del camino, pero  ambos iban tan concentrados en lo suyo que ni se habían dado cuenta.
Naiara a pesar del ruido que había en ese momento en la casa seguía dormida y Rafa se había temprano a trabajar antes de que yo bajase a preparar el desayuno.

- ¿Pero qué ha pasado? – Preguntó mamá con los ojos como platos. – He oído los gritos justo cuando iba a coger el coche para ir al bufete.

- La puerta estaba cerrada, Manu y yo hemos oído como caía desde el pasillo.

La voz se me entrecortaba, era como si de mi boca no quisiese salir nada de lo ocurrido, como si no quisiese creérselo. Y la verdad es que en ese momento solo deseaba que sonase el despertador y se acabase de una vez por toda esta pesadilla. Pero lamentablemente yo ya sabía que eso no era ningún sueño.

Al cabo de 10 minutos.

La escena que percibíamos Manu y yo era una de las más desagradables que podía haber visto, después de la del hospital, cuando fui y vi a Marcos lleno de cables y conectado a todos esos aparatos. Veíamos como subía mamá y como subían la camilla en la que iba el cuerpo inconsciente de Marcos.

- ¡En marcha! ¡Vamos, no hay tiempo que perder! – Gritó el enfermero dándole un golpe con la palma de la mano a la pared de la furgoneta.

Ahí nos quedamos, en medio de la carretera, viendo como cada vez se iba alejando más la furgoneta, una furgoneta en la que iban las personas más importantes de mi vida y yo no podía acompañarlas. Ahí nos quedamos, sin mover ni un solo músculo del cuerpo, ni tan si quiera pestañear.
Manu consiguió reaccionar antes que yo, me cogió del brazo y me arrastró hasta él. Me abrazó y me besó la cabeza como símbolo de compasión.

Estaba sola.

Acto seguido escuchamos como Naiara nos llamaba desde la puerta de la casa mientras se frotaba cuidadosamente los ojos. Manu fue a por ella y la llevó a vestirse mientras que yo le preparaba el desayuno y preparaba algunas cosas para llevarnos al hospital después de dejar a la pequeña en el colegio.
El silencio se adueñó de la casa, tan solo se escuchaba el ruido que hacía la cuchara de Naiara al chocar con el tazón de leche con cereales que se estaba tomando.

Al llegar al hospital.

Lo único  que se me pasaba por la cabeza al llegar, era el temor que me daba la posibilidad de volver a ver a Marcos conectado a todos esos cables. Nada más  entrar por la puerta, en la sala de espera, estaba sentada llorando y con la  mirada perdida.
Nada más  vernos entrar por la puerta se levantó  de sopetón  y vino corriendo a darme un abrazo.

- Mamá ¿Te han dicho algo ya? ¿Dónde  está  Marcos?

- Cariño, verás Marcos... Marcos está  en la U.C.I

- ¿Que le pasa a Marcos mamá?  ¡Vamos dímelo! - Yo no podía  evitar levantar la voz cada vez más . Tanto que todos los de la sala de espera habían  girado la cabeza para ver qué  pasaba.

- Ali. - se dirigió  a mi sollozando y eso me preocupaba muchísimo más  de lo que estaba.

Esos segundos que Sara utilizó para secarse las lágrimas  que tanto dolor aguardaban se me estaban haciendo eternos. Manu nos miraba boquiabierto, a pesar de lo poco que nos conocía todo esto le estaba afectando como si de verdad fuesemos familia. A pesar de todo, el estúpido niño mimado no resultó  ser tan malo como yo me pensaba. Manu se había  preocupado por mi y por Marcos en todo momento, yo sabía  que detrás  de ese caparazón de chico malo había algo más.
No podía  dejar de mirar a mamá, sabía  que estaba retrasando la hora de darme la noticia con cualquier insignificancia como sonarse la nariz o hacer como si la estubiesen reclamando en el trabajo. Y todo por que esa odiosa noticia escondía nada bueno.

- Los médicos  no creen que se despierte.

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